El filósofo francés Michel Foucault fue el gran analista moderno de las maneras en que el conocimiento confiere determinadas formas de poder. Este autor tenía en cuenta el desarrollo de conocimiento cada vez más elaborado y más denso que serviría a los fines de un control cada vez mayor sobre individuos y grupos.
Michel Young acuñó el término «rneritocracia», y con éste intentó describir con tintes dramáticos la situación de una sociedad en la que una pequeña porción de gente capacitada puede controlar a la sociedad entera. Foucault analizó más detalladamente esa dominación; la élite se metería bajo la piel de las masas haciéndoles sentir que no se entienden a sí mismas, que no son intérpretes adecuados de su propia experiencia vital.
Los individuos que carecen de talento se vuelven invisibles, simplemente desaparecen de la vista en instituciones que encubiertamente juzgan la capacidad más que el resultado real. Otra vez, aquí las organizaciones repiten algo que tal vez la gente ya ha experimentado en la escuela en una etapa anterior de su vida. Los jóvenes a los que se considera desprovistos de talento no sobresalen como individuos con características propias, sino que se convierten en cuerpo colectivo, en masa. La meritocracia, tal como la entiende Young, es un sistema y al mismo tiempo una idea, un sistema basado en la indiferencia institucional una vez se ha juzgado a una persona.
El problema no es sencillo, justamente porque las búsquedas de talento no tratan de echar una red amplia capaz de recoger por igual los diversos tipos de capacidades que puedan poseer los distintos individuos; la búsqueda de capacidad potencial es estrecha de miras.
A menudo, aquellos de quienes se ha prescindido son buenos intérpretes de su experiencia: en realidad, no han sido juzgados justamente sobre la base de sus resultados.
En resumen, el espectro material de la inutilidad saca a la luz un grave drama cultural. ¿Cómo se puede llegar a ser valioso y útil a ojos de los demás? La manera clásica de hacerlo es la propia de la artesanía, es decir, mediante el desarrollo de algún talento especial, de alguna capacidad particular.
En el curso del tiempo, la sociedad ha refinado la tecnología de búsqueda de talento extraordinario, explorando la potencialidad para crecer y no los logros del pasado.
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