El ascenso a escala global del neoliberalismo durante los primeros años de la década de los ochenta
estuvo muy relacionado con un escalamiento de las relaciones capital-trabajo, la competencia intercapitalista, la regulación monetaria y financiera, el poder del Estado, la configuración internacional y el desarrollo desigual.
Por otra parte, los programas neoliberales también han sido interiorizados directamente en las políticas urbanas, a medida que ciertas alianzas territoriales intentaban robustecer las economías a través de un proceso de desregulación, privatización liberalización y mayor austeridad fiscal. En este contexto, las ciudades se han convertido en blancos geográficos cada vez más importantes, y también en laboratorios institucionales para diversos experimentos de políticas neoliberales, como el marketing territorial, la creación de nuevas zonas empresariales, la reducción de impuestos locales, el impulso a las iniciativas público-privadas o nuevas formas de promoción local.
Durante las tres últimas décadas, las ciudades se han convertido en espacios cada vez más centrales para la reproducción, transmutación y continua reconstitución del neoliberalismo. Así, podría argumentarse que a lo largo de este período se ha producido una marcada urbanización neoliberal, a medida que las ciudades se tornaban metas estratégicas y terrenos de prueba para una cada vez más amplia gama de experimentos politicos neoliberales, innovaciones institucionales y proyectos políticos. En estas condiciones, las ciudades se han convertido en incubadoras para la reproducción del neoliberalismo como régimen institucional vivo.